Ernest Cañada y Carla Izcara han coordinado ‘Turismos de proximidad, un plural en disputa’ (Icaria), una recopilación de textos que plantea alternativas al modelo actual socialmente transformadoras y respetuosas con el medio ambiente.

ÁNGEL FERRERO

El turismo ha sido, como se sabe, uno de los sectores más golpeados por la pandemia y las restricciones para limitar su propagación. El impacto recibido ha llevado a reflexionar sobre su evolución y, sobre todo, la necesidad de subsanar el modelo actual. Turismos de proximidad, un plural en disputacoordinado por Ernest Cañada y Carla Izcara y recientemente publicado por la editorial Icaria, forma parte de estos esfuerzos. Como explica Cañada a Público, el libro «forma parte de un programa de investigación e incidencia política que impulsamos desde Alba Sud, un centro de investigación especializado en turismo desde perspectivas críticas, al inicio de la pandemia».

Lo que une a los autores que participan en este libro, sigue, es la voluntad de abordar «las potencialidades y contradicciones de un turismo que se está reorganizando hacia la proximidad». ¿Qué significa esto? «Estamos viendo que el turismo se está reorganizando a cortas distancias y esto tiene aspectos positivos, como la reducción de la huella ecológica por transporte», responde Cañada. No todo, sin embargo, es positivo, ya que «también genera nuevos problemas», por lo que era necesario «descifrar este nuevo espacio en disputa entre intereses distintos y contrapuestos».

Como se apresura a matizar Cañada, la pandemia no es la única causa de la crisis del turismo, a la que también contribuyen «la crisis climática, el incremento de los precios de los combustibles fósiles, la escasez de minerales raros y unas desigualdades crecientes». Añade «la sobreespecialización había comportado enormes problemas socioecológicos» y no «garantizaba una vida en mejores condiciones ni un trabajo decente». Según este autor, el turismo también debe jugar «algún papel» en la transición ecológica, que también es social.

Turismo a dos horas en coche

La apuesta de los autores es, desde el propio título, el turismo de proximidad. ¿Pero en qué consiste? El concepto «puede entenderse desde diferentes perspectivas», aclara la coeditora, Carla Izcara, al precisar que la definición adoptada finalmente es la que «tiene en cuenta la proximidad geográfica»: «es decir, hacer turismo a un radio máximo de dos a tres horas en coche desde tu residencia habitual». Esto significa que el turismo de proximidad «no debe implicar necesariamente tener que pernoctar fuera de casa» y que «puede estar organizado de múltiples maneras». «Por eso preferimos hablar de turismos de proximidad, en plural», indica.

Izcara ve en los turismos de proximidad una considerable «potencialidad», en particular «teniendo en cuenta el contexto de crisis climática». Menciona, evidentemente, la reducción de las emisiones de CO2, «ya que se prescinde del avión para desplazarse» y también «se promueven otras tipologías de transporte menos contaminantes, como el tren o la bicicleta». Pero Izcara ve beneficios más allá de los más inmediatos o más obvios, puesto que «la proliferación de los turismos de proximidad sitúa el debate de repensar el turismo en el centro», lo que los convierte en «una oportunidad para reorganizarlo en términos más equitativos» , solidarios y respetuosos con el medio ambiente y las personas», y, a su vez, «el hecho de pensar propuestas turísticas vinculadas al territorio articulando varios actores puede ayudar a promover el consumo de productos locales, reactivar la economía en territorios rurales deprimidos y suponer una fuente alternativa de ingresos y puestos de trabajo».

Debido a su indiscutible peso en la economía de nuestro país, parece haberse naturalizado que el modelo de turismo actual es el único posible, pero los autores de Turismos de proximidad defienden que “como muchas otras actividades humanas, el turismo puede ser organizado en función de diferentes objetivos» y, por lo tanto, corregido. «No podemos resignarnos a creer que el turismo sólo puede estar al servicio de la reproducción del capital», argumenta Cañada, para quien el turismo «puede ser organizado a partir de otros propósitos», y, de este modo «dar respuesta a necesidades humanas en torno a la salud, el bienestar, el desarrollo personal». En este sentido, recuerda que «un 30% de la población catalana no puede realizar una semana de vacaciones al año».

No sólo turismo de proximidad

El libro desglosa algunas de las alternativas al modelo de turismo actual que podrían albergarse dentro del concepto de turismo de proximidad. Una de ellas es staycation, un juego de palabras entre stay vacation. «Se trataría de quedarse (stay) en casa durante el período de vacaciones (vacation) y organizar en el hogar o entorno cercano el tiempo de ocio», explica Izcara. Sin embargo, esta modalidad tiene «un claro sesgo de clase y género», ya que «no todo el mundo tiene unas condiciones dignas de vivienda para organizar dentro de su tiempo libre». Además «las responsabilidades domésticas y de cuidado son generalmente desiguales entre hombres y mujeres».

Hay, también, el turismo social, que es aquél que «pretende promover otras formas de consumo y organización del turismo». Según Izcara, este modelo intenta crear «una oferta turística más accesible», que «genere puestos de trabajo dignos» y en el que «la maximización del lucro no es su objetivo principal». El turismo social vincula esta oferta «a objetivos educativos, divulgativos o de desarrollo personal». Como en el caso anterior, no está libre de riesgos, siendo el principal «que se vea absorbido por la lógica del consumo y acabe siendo diseñado desde una perspectiva puramente empresarial».

Por último, en Turismos de proximidad se habla de slow tourism. Éste «se enmarca dentro del movimiento slow, que apuesta por un consumo y producción más sostenibles, de base local y más despacio». Además de contar con las ventajas del turismo social antes descritos, el slow tourism promueve «los desplazamientos a pie, bicicleta o tren, ayudando de esta forma a reducir la presión climática que generan los viajes de larga distancia». Sin embargo, Izcara alerta de que éste puede «derivar en dinámicas de elitización del consumo» e incluso «en ocasiones se convierte en una etiqueta de marketing más».

VIA: https://www.publico.es/ciencias/modelo-turismo-socialmente-justo-ecologicamente-sostenible.html/amp

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